Patética
por An Sanchéz
“…se
me ha ocurrido la idea de otra sinfonía, esta vez con un programa, pero con un
programa que será un enigma para todo el mundo: ¡que lo adivinen!”.
La confesión brota de la pluma de
Piotr Ilyich Tchaikovsky y hace referencia a su Sinfonía nº
6 en si menor, Op. 74, la cual -con los años- cobraría popularidad bajo el nombre
sugerido al artista por Modest, su hermano menor: “Patética”.
No obstante los esfuerzos de su
autor, el enigma encerrado en La Sexta Sinfonía logró -en parte- ser develado;
la inspiración para tan monumental partitura partió del hombre a quien, una vez
finalizada, volvería en forma de dedicatoria: Vladimir “Bob” Davydov, sobrino,
protegido, confidente y amante del compositor. A él iba dirigida la carta que
contenía la gozosa anticipación de una obra que resumía, para Tchaikovsky, su perenne
capacidad como compositor y la celebración del gran amor de sus últimos tres
años de vida.
Tchaikovsky fue, desde sus inicios,
el fruto de dos grandes contradicciones: la misma sensibilidad que abrió, a
golpe de sinfonías y ballets, las puertas de Occidente a Rusia por primera vez
en la historia, se doblegaba ante el estigma angustioso de su “vicio”, como él mismo solía definirlo.
El mismo “vicio” que profesaba sin
culpa alguna su hermano Modest, bastión imperecedero del artista, pero al cual
este se veía incapaz de imitar. "¿Qué
puedo hacer para ser normal?”, era un
interrogante que el virtuoso plasmaba frecuentemente en sus diarios
personales.
El siglo XIX ruso exigía de los
homosexuales, si no represión, al menos discreción. En ese contexto era posible
mantener relaciones con miembros del mismo género, situación que, por otro
lado, se sucedía con normalidad dentro de ambientes exclusivos como el de la
Escuela de Jurisprudencia de San Petersburgo o el Conservatorio de Moscú, en los
que Tchaikovsky se formó y donde tuvo sus primeros encuentros amorosos.
El compositor tenía un atractivo
innegable, y su lista de amantes incluyó poetas, músicos, funcionarios y alumnos.
Sin embargo, acosado por la angustia que le provocaba saberse ocasión de
vergüenza para quienes formaban su círculo íntimo, decidió probar con la más antigua
de las fórmulas: el matrimonio. La elegida fue una antigua discípula, Antonina
Miliukova, de la cual había recibido numerosas misivas declarándole su amor…y
responsabilizándole por su muerte en caso de no aceptarla como esposa. El
ultimátum lo decidió; “busco matrimonio o
algún tipo de compromiso público con una mujer, a fin de cerrar la boca de las
criaturas despreciables…”, expresaba a su hermano en una carta. Y así lo
hizo.
Los resultados fueron desastrosos.
El matrimonio no llegó a consumarse, y unas semanas más tarde Tchaikovsky
abandonaba a su esposa, tras dos intentos fallidos de suicidio y un deterioro
mental del que apenas se recobraría.
Tras este episodio, todo fue cuesta
abajo.
El artista perdió el apoyo de su
mecenas, la viuda Nadezhda von Meck, mientras en toda
Rusia comenzaban a alzarse las voces que tildaban a su música de “superficial”
y “vulgar”. Tchaikovsky dudaba de su aptitud
como compositor, y la incapacidad para luchar contra su inclinación sexual lo
frustraba hasta la depresión más absoluta.
Fue en aquél entonces, alrededor de
1890, cuando reapareció en su vida Davydov, el hijo pequeño de su hermana
Alexandra. El joven demostraba tener cierta inclinación por la música, y su
tío, dichoso de tener junto a sí a quien valorara sus conocimientos, volcó en
él toda su atención.
Con el calendario por testigo, su
vínculo fue templándose al calor de obligadas distancias y esporádicos
encuentros; mientras el maestro alimentaba con sus partituras el valioso nexo entablado
con Occidente, el discípulo sembraba su futuro en las prestigiosas academias
rusas.
Y como enlace durante esas noches
en blanco, las intensas cartas que el compositor dedicaba a su amado, en las
que se reflejan el apasionamiento que embargaba a un Tchaikovsky treinta y un
años más joven.
Nueva York
02 de mayo, 1891
Aproximadamente
una semana después de que recibas esta carta ya estaré contigo!!! Esto parece
una felicidad imposible e inalcanzable! Trato de pensar en ello lo menos
posible, para tener la fuerza suficiente de sobrellevar estos últimos días
insufribles.
P. Tchaikovsky
PD: En sólo una
semana!!!
Ciudad de Klin -
Distrito de Moscú
25 de junio,
1891
Bob!
…creo que sería
más simple establecerse en Petersburgo para siempre. La sola posibilidad de
verte más seguido es vitalmente importante para mí. Me encantaría saber lo que
estás haciendo. Escribe al menos unas pocas palabras. . .
Ciudad de Klin -
Distrito de Moscú
22 de julio,
1891
Definitivamente
voy a viajar a Kamenka, por tu carta siento que te gustaría que lo hiciera, y
yo también tengo grandes deseos de verte…
Te abrazo, mi
ídolo!
P. T.
París
12 a 24 de enero,
1892
A menudo pienso
en ti y te veo en mis sueños, por lo general pareces triste y deprimido. Esto
ha añadido un sentimiento de compasión a mi amor por ti, y hace que te ame aún
más. ¡Oh Dios! Cómo deseo verte en este mismo instante.
Te abrazo con
loca ternura.
Tuyo,
P. Tchaikovsky
Ciudad de Klin -
Distrito de Moscú
12 de agosto,
1892
Mi querido
Golubchik!
Acabo de recibir
tu carta, y estoy terriblemente contento de oír que te encuentras feliz. ¿Puede
ser que una de mis cartas se haya perdido? No escribo muy a menudo, pero te
aseguro que lo hice. Deseo con toda mi alma reunirme contigo, y pienso en ello
todo el tiempo.
Te abrazo hasta
la asfixia!!!
P. T.
Distrito de
Moscú
14 de agosto,
1892
Acabo de recibir
las fotografías de París de Yurgenson y le he pedido que te envíe cuatro de
ellas. Estaba tan contento de ver esas hermosas imágenes que casi me puse a
llorar en su presencia. Esto prueba que destruir por completo todos los otros
sentimientos y pensamientos fue lo correcto, y que tenía que ser este pequeño
incidente lo que me hiciera sentir de nuevo cómo es de fuerte mi amor por ti .
. . ¡Oh Dios! Cómo quiero verte.
Te abrazo,
P. Tchaikovsky
Berlín
16 a 28 de diciembre,
1892
…imagino que estarás
sentado en tu cuarto, perfumado casi hasta el exceso y trabajando en tus
ejercicios universitarios. Cómo me gustaría estar en esa querida habitación!
Te abrazo,
P. Tchaikovsky
PD: Si tan sólo
pudiera dar paso a mi secreto deseo, dejaría todo y volvería a casa para estar
contigo.
Ciudad de Klin -
Distrito de Moscú
11 de febrero, 1893
Si no quieres
escribir, escupe en un papel, ponlo en un sobre y envíamelo.
No te interesas
por mí en lo absoluto.
Dios te perdone
-todo lo que quería era unas pocas palabras de ti.
Tuyo,
P. Tchaikovsky
Londres
17 a 29 de mayo,
1893
Te escribo con voluptuoso
placer. La idea de que este trabajo pronto estará en tus manos me llena de
alegría, y trae lágrimas a mis ojos.
Ciudad de Klin -
Distrito de Moscú
02 o 03 de
agosto, 1893
A finales de
agosto tendré que ir al extranjero durante una semana. Si tuviera seguridad de
que todavía estarás en Verbovka para septiembre, me encantaría ir a principios
de mes. Pero no sé nada de ti.
Te abrazo con
todo mi amor,
P. Tchaikovsky
La obra que desvelaba a Tchaikovsky
plantea, aún hoy, numerosos conflictos en relación a su interpretación. Son
muchos los que han querido ver reflejada, a través de sus notas, la propia
existencia del eximio compositor ruso, mientras que otros han tachado esta
lectura de “simplista”, argumentando que con ella se subestima el mensaje
universal de su obra.
Controversias aparte, la crítica
especializada ha hecho las paces en lo atinente al significado de los cuatro
movimientos que dan vida a La Sexta Sinfonía, a través de los cuales se plantea
la lucha denodada entre la Existencia y la Nada. El epílogo, con su llanto de
timbales, violonchelos, violas y tubas, desnuda la victoria de la Muerte y, por
ende, de una Nada que devora a la Existencia, cuya naturaleza se revela fugaz,
efímera.
Finalmente, el 28 de octubre de 1893, la apasionada
lucha existencial de Tchaikovsky vería la luz, y tendría su bautismo de fuego
en la ciudad de San Petersburgo, adonde el compositor se había mudado con el
sólo objeto de permanecer más cerca de Vladimir. La recepción del público y la
crítica, reacios a la figura del otrora niño mimado de las artes, osciló entre
el disgusto y la indiferencia. “Su hijo
musical más amado”, como el propio Tchaikovsky la definiera, resultó
inentendible para sus contemporáneos.
Pero algo parecía haber cambiado en Ilyich Tchaikovsky; el rechazo de la que era, a sus
ojos, la obra cumbre de su producción, no implicó un revés emocional significativo
para el autor. Por el contrario, el otoño moscovita le sorprendió planeando
mudarse a un departamento en San Petersburgo, en compañía de su hermano y Vladimir.
"La
importancia de Bob en mi vida crece permanentemente.... Verlo, oírlo y sentirlo
junto a mí pronto se convertirá, al parecer, en la condición primordial para mi
felicidad”, confesaba
Tchaikovsky a su hermano en una de sus últimas cartas.
Una cierta aceptación de sí mismo y
de sus deseos aparentaba haber aplacado, por fin, los tormentos que supieron
acosarlo durante toda su vida.
Pero una carta iba a cambiar
dramáticamente el curso de la historia.
En noviembre de ese mismo año, el
duque Stenbok-Fermor escribió al zar Alejandro
III quejándose enérgicamente por la seducción que el compositor había
desplegado para con uno de sus nobles sobrinos. La misiva fue entregada a un
funcionario del zar, de apellido Jacobi, quien debía hacérsela llegar al
soberano. Pero esto nunca sucedería.
Alarmado por la posibilidad de que la situación
tomara estado público y ventilara conductas similares de otros miembros de la
alta sociedad rusa, Jacobi reunió urgentemente a los miembros del tribunal de
honor de la Escuela de Jurisprudencia de San Petersburgo y, luego de
plantearles la situación, requirió su veredicto. La decisión fue unánime: para
evitar la vergüenza y el destierro a Siberia, el acusado no tenía más opción
que la muerte.
Esa misma noche, Jacobi citó a Tchaikovsky en su departamento y le comunicó lo
resuelto por sus antiguos compañeros de estudio. Años después, la viuda de
Jacobi confesaría a Alexander Voitov, discípulo e historiador de la
Escuela de San Petersburgo, haber sido testigo de aquella cita, que finalizó
con el artista abandonando el recinto cinco horas más tarde, pálido y
tembloroso.
El 1 de noviembre, al culminar una brillante noche que
incluyó teatro y cena en compañía de Bob, Tchaikovsky
bebió, de forma tan inesperada como decidida, un vaso de agua sin hervir. Al
día siguiente cayó enfermo, y el 6 de noviembre de 1893 Rusia despertaba con la
noticia de su muerte.
Muchas versiones hablaron de
arsénico, y otras –más débiles- abogaron por la idea de un simple descuido. Por
su parte, la historia oficial difundió que el artista había perecido a raíz del
cólera que asolaba las tierras moscovitas, pero resulta difícil entender porqué,
entonces, no se selló el departamento habitado por Tchaikovsky durante su
agonía, y porqué se permitió, a las más de sesenta mil personas que acudieron a
despedirlo en su funeral de estado, besar la mano de quien había fallecido por
una enfermedad altamente contagiosa.
Veintiún días después de la
desaparición de su creador, “Patética” volvió a ejecutarse en un concierto conmemorativo
bajo la batuta de Eduard Nápravník, obteniendo esta vez, sí, el reconocimiento que Tchaikovsky
no había podido disfrutar en vida.
Para aquéllos que insistían en ver
un presagio funesto en las partituras de la Sexta Sinfonía, una suerte de designio
condenatorio para una existencia destinada a no realizarse felizmente, aquel
tardío reconocimiento fue la última prueba que necesitaban. La Existencia de
Tchaikovsky, en una lucha sin cuartel contra la Nada, había saboreado las
mieles de la victoria durante unos años, aunando las caricias de su mejor
creación musical y su más pura conquista amorosa. Pero, al igual que en el
último movimiento sinfónico, la Muerte había surgido para arrebatarle sus
efímeros oropeles y entregar la victoria definitiva a la Nada.
Pero aún quedaba algo por contar.
Un pasaje no previsto de la historia, un movimiento no imaginado por el gran
maestro clásico.
La muerte de Tchaikovsky significó
mucho para gran cantidad de personas, pero para nadie tanto como para Vladimir.
El joven permaneció ininterrumpidamente
junto al lecho de muerte de Piotr, quebrándose mental y espiritualmente tras su
pérdida; abandonó los estudios de música y composición que su tío le alentara a
seguir desde sus primeros encuentros, se desentendió del éxito personal y profesional,
y perdió interés en todo aquello que no fuera el proyecto destinado a erigir el
Museo Tchaikovsky en la ciudad de origen del compositor, Klin.
Concretada la meta, Vladimir –
designado único heredero de los derechos sobre las obras musicales de su tío,
por expreso deseo de este – se retiró a la imponente residencia, depositaria de
la obra y vida del maestro, manteniéndose como fiel curador de su herencia
durante los siguientes trece años.
Corría el año 1906, y Bob era la
sombra del joven que había enloquecido a Tchaikovsky; las migrañas, el abuso de
la morfina y otras drogas, sumado al revés insuperable que había supuesto la
muerte de Piotr, derivaron en una nueva victoria de la Nada sobre la
Existencia. El 27 de diciembre, con tan sólo treinta y cinco años, Vladimir
Davydov ponía con un disparo el verdadero punto final a la apasionada Sexta
Sinfonía de Tchaikovsky.
Una verdadera joya por quien quiere la música y es acostumbrado a contexualizar lo que escucha. Relato potente y tierno al mismo tiempo. Llena uno espacio que hacìa falta en esto blog. Feliz de leer y disfrutar de esto trabajo de busqueda hecho para An.
ResponderEliminarUn nuevo y hermoso espacio para disfrutar y aprender mucho!! Estoy totalmente segura que amores así existen y hay mucho pero muchos mas que se irán develando aquí ...Gracias!!
ResponderEliminarFeliz por el nuevo espacio!!! An tu pluma y tu conocimiento es una sinergia de gran excelencia!!! Gracias por este bello regalo!!!
ResponderEliminarwow. me considero una ignorante en este tema. gracias por brindarme otro amor asi , grande, único, inexplicable...ya mismo hurgare en ellos. An, que lastima que el tinte nostálgico sea la resolución de esta historia, lastimosamente ni lo vivido ni el trascurso de los años nos han enseñado a los seres humanos que la verdadera felicidad esta en el ser genuino. bellisimo , gracias.
ResponderEliminarExtraordinario trabajo An. Como profesora de música te lo agradezco. Y sí, en la historia y en la mitología hubieron muchos amores así y de almas gemelas someticos a los prejuicios de cada época. Feliciraciones.
ResponderEliminarFelicitaciones An & Sadic!
ResponderEliminarSiempre me ha gustado la música de Tchaikosky, muy interesante trabajo, fue
ResponderEliminarmuy triste la relación de tío y sobrino dado que los dos eran muy temperamentales