lunes, 24 de noviembre de 2014

García Lorca - Dalí by Nora M.R.

Será invierno y encenderemos lumbre

Por Nora M.R.




Figueres, 23 de enero de 1989.

Dicen que es un manojo de huesos. Un manojo de huesos duros de roer.
Treinta y cuatro kilos, el peso que necesita su exuberancia para desvanecerse.
El corazón de Salvador Dalí se detiene. Hace tiempo que rehúsa los alimentos. La muerte de Gala, siete años atrás, lo ha devastado.
En la habitación, Wagner suena con insistencia, quizás en la voz del joven marinero del barco de Tristán,  avizora el eco sentimental de la de un marinero andaluz.
 “El meu amic Lorca”.
Los ojos que imaginaron todos los colores ya no miran.
Mi amigo Lorca es la única frase que la enfermera asegura haber escuchado.





Residencia de estudiantes, Madrid, 1923.


“Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo ( …)Yo iré a
buscarte para hacerte una cara de mar. Será invierno y encenderemos
lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres
inventor y viviremos juntos con una máquina de retratar”.

Carta de Salvador a Federico
            

           


Salvador Dalí tiene diecinueve años cuando atraviesa por primera vez la puerta de la Residencia de Estudiantes. El primer centro cultural español, situado en la madrileña Colina de los Chopos, se destaca por albergar a los jóvenes en un clima de convivencia intelectual entre las artes y las ciencias.
Está por comenzar sus estudios en La Real Academia de Artes de San Fernando. Su elegancia y estilo victoriano impactan en los otros estudiantes. Melena larga con patillas, polainas y medias le aseguran ser el centro de todas las miradas mientras su trazo avanza firme y las pinturas se multiplican.
Aquí descubre  la fotografía, la ciencia, el cine. También es el lugar donde conoce a quien será el máximo exponente del cine surrealista español: Luis Buñuel.
 La leyenda asegura que “La persistencia de la memoria” se inspira en la teoría de la relatividad de Einstein, aprendida en la Residencia.
Sin embargo, otra fuente de inspiración lo aguarda en una de sus aulas.
Un muchacho de ojos ennegrecidos le corta el paso. Su nombre es Federico García Lorca. Ha publicado su “Libro de poemas”, ha fracasado con la obra teatral “El Maleficio de la Mariposa”, ha escrito “El poema del Cante Jondo” que sólo verá la luz muchos años después. Tiene  sólo veinticinco años y ya ha conocido a Manuel de Falla y a Juan Ramón Jiménez por quien siente una gran admiración. Pero es este joven dandy el que comienza a desvelarlo en las noches de luna blanca que tanto le gustan.
 La amistad amorosa comienza a  balancearse ante la mirada de un joven y celoso Buñuel; se desliza entre cartas y paseos, el intercambio de dibujos y poemas, confidencias en la noche iluminada.
Y la máquina de retratar que no para de arrojar esas pocas imágenes para el futuro.




Cadaqués , Semana Santa, 1925

                                            “Federiquito, en el libro tuyo ( …) te he visto a ti, la  
                                             bestiecita que eres, bestiecita erótica, con tu sexo y tus  
                                            pequeños ojos de tu cuerpo…

                                                          Carta de Salvador a Federico


En la Semana Santa de 1925, Salvador invita a Federico a pasar esos días festivos en la casa familiar en Cadaqués.
Dali se reconoce “demasiado burro” para entender la poesía, a pesar de ello, Lorca arremete con sus mejores armas para seducir a su enamorado, perdido entre su neurosis y el temido deseo.
Pluma y papel: Federico comienza a escribir la “Oda a Salvador Dalí” apenas concluyen los días de playa y sol, mostrándole de a poco al pintor los versos que lo tienen como objeto de deseo y seducción. Ansiedad, satisfacción, amor que no se atreve a volverse carnadura. Dalí desea con entusiasmo conocer la totalidad del poema que Federico le dedica. En 1926 se publica finalmente completo en “La Revista de Occidente”.

“ ¡Oh, Salvador Dalí, de voz aceitunada!/ No elogio tu imperfecto pincel adolescente/ ni tu color que ronda la color de tu tiempo,/ pero alabo tus ansias de eterno limitado”

Dalí se muestra deslumbrado con la potencia de los versos dedicados  pero confiesa que no entiende mucho los términos grandilocuentes que Lorca elige para regalarle su semblanza; sin embargo, el fervor de sus sentimientos está allí, al alcance de los ojos y puestos en el mundo, ofrecido con un estilo profundamente lorquiano. 


“¡Siempre la rosa, siempre norte y sur de nosotros!”

La relación entre ambos se nutre de cartas en las que intercambian experiencias vitales, poemas y dibujos, entre éstos se destacan sus visiones sobre la figura de San Sebastián.
Salvador envía a Federico una carta en la que incluye un dibujo del santo, contándole que lo identifica con él. San Sebastián es el patrono de Cadaqués y además la imagen de su martirio contiene referencias homoeróticas. Lorca reconoce en la figura del mártir pasión y sacrificio, mientras que Dalí ve en él una sensual pasividad.

“¡Deseo mon cheri, una muy larga carta tuya! …En mi San Sebastián te recuerdo mucho y a veces me `parece que eres tú…A ver si resultara que eres tú!...Pero ahora déjame que use su nombre para firmar. Un gran abrazo de tu San Sebastián”



Días de vino y rosas. Cadaqués, 1927


1927, el año para recordar: Lorca arriesga, muestra lo mejor de sí mismo, ofrece sus palabras como juego amoroso mientras Dalí se esfuerza por estar a su altura intelectual: esgrima verbal, sobreentendidos, erotismo que traspasa los límites de la amistad impuesta. Federico estrena  la obra teatral “Mariana Pineda” en el Teatro Goya de Barcelona con decorados de Dalí mientras avanza en la escritura de El Romancero gitano”, que será publicado al año siguiente.
La segunda estadía de Lorca en Cadaqués ocurre ese año.
En el pasaje a la deseada realización carnal del amor, Federico quema sus naves, avanza y ofrece su  cuerpo y deseo tantas veces expresado, pero Salvador no puede entregarse a él.
El distanciamiento es un hecho.
El nuestro fue” un amor erótico y trágico por el hecho de no poderlo compartir”, dirá Dalí muchos años después.



Luis Buñuel irrumpe durante este alejamiento;  con Dalí inician un trabajo en común del que nacerán dos obras maestras del cine surrealista: Un perro andaluz (1929) y La edad de oro ( 1930).
Lorca se siente ridiculizado por la primera y la define como “ una mierdesita así de pequeñita y el perro andaluz soy yo”.



“Genial, Genial Salvador Dalí.” Barcelona, 1935.


Se reencuentran en Barcelona, allí Federico realiza entrevistas, en una  afirma la naturaleza inevitable del vínculo que los une: espíritus gemelos. Siete años sin verse y la coincidencia es absoluta.
Genial, genial Salvador Dalí! Es su modo de decirle que el fuego sigue ardiendo, que la playa y el mar  aguardan en el atardecer de Cadaqués.

“Haces bien en poner banderines de aviso,
En el límite oscuro que relumbra de noche.”


 Muchos años después, Dalí no recuerda  ningún detalle de la nefasta noticia que lo atravesó el 18 de agosto de 1936.
-¿Dónde estaba? ¿Qué hacía? se pregunta.
  Es la memoria de la fatalidad que no persiste.
“Mi amigo Lorca.”
Sólo recordará que exclamó: ¡Olé!



Salvador y Federico:
"Cepa Andaluza" (Bulerias) por Paco de Lucía.






 Bibliografía consultada:

Gibson Ian, Lorca y Dalí, el amor que no pudo ser ( 1999)
Querido Salvador, querido Lorquito ( epistolario) ( 2013)
Oda a Salvador Dalí : http://www.poesi.as/fglo001.htm


domingo, 16 de noviembre de 2014

Béjart - Donn by Bejariana

Bolero

por Bejariana


"Él es para mí, más que muchos triunfos" M. Béjart

Existe una fotografía tomada en el Grand Palais, en 1989. En ella se ve a dos hombres abrazados, caminando, en sus rostros se deja ver, la profunda tristeza. La muerte cruza el destino de uno de ellos, pero acaso, ¿él no la esperaba? "Lo más importante que aprendí de la vida es a morir. Todos los días aprendo a aceptar un poco más mi muerte. Todos los días, por lo tanto, vivo un poco mejor.'' Jorge Donn, nació el 25 de Febrero de 1947 en Buenos Aires, tenía 7 años -un año antes de lo reglamentado- cuando ingresó a la Escuela de Danza del Teatro Colón, corría 1955. Se recibió con Mención Especial a los 16. Inmediatamente pasó a formar parte del cuerpo estable del Teatro, actuó en la compañía de Beatriz Ferrari, teatro musical, televisión y algunas publicidades. Se destacó en el papel de Puck en Sueño de una noche de verano con Esteban Serrador. Pero en 1963, su vida cambió para siempre, cuando conoció a Maurice Béjart.

“Fue lo mejor que podía sucederme en la vida” J.Donn

Maurice Béjart, había nacido el 1 de Enero de 1927, en Marsella. La necesidad de fortalecer sus músculos de niño, lo llevaron primero a la gimnasia y luego al baile, como parte de la recomendación médica hecha a su padre, el filosofo Gastón Berger. Su madre había muerto cuando él tenía 7 años y su adolescencia la vivió en un mundo en guerra, huyendo del peligro. Abandonó Marsella, viajó a Vichy y más tarde a París, buscando perfeccionarse. Su destino estaba escrito: montaría decenas de coreografías, recorrería el mundo con ellas, formaría dos escuelas y la gente lo aclamaría. Corría 1955 cuando estreno Sinfonía de un hombre solo, y con ella rompió los esquemas de una danza rígida y clásica, la contemporaneidad se abría paso en sus movimientos, en la naturaleza sonora que creaba para rememorar y transmitir, la soledad, el amor, y el universo de un hombre solo. “Quería simplificar y limpiar la danza -dijo mucho tiempo después- para que la gente vea una danza y proyecte en ella su propia vida”.
En 1963, por primera vez Maurice salió de gira fuera de Europa, se presentó en el Teatro Colón de Argentina con La consagración de la primavera, al terminar la puesta, un muchacho lo alcanzó, quiso saludarlo. “Lo atropellan los integrantes de la compañía que corren hacia sus camarines. Tiene el mismo aire un poco perdido que tenía yo cuando me aventuraba a meterme entre bastidores en la Ópera de Marsella -recordará Béjart en sus memorias- me habla en español. Tartamudea.” Le pidió permiso para asistir con una amiga a una de sus clases, mientras estuviera en Buenos Aires, el chico de rostro tierno y cuerpo delgado,  consiguió que el maestro se lo permitiera.

Eres demasiado joven” M. Béjart

Jorge fue acompañado por su compañera Beatriz Margenat. “Después de la clase no se va del estudio. Yo me quedo ahí para arreglar detalles con otros bailarines. Él nos mira. Cuando me quedo solo se aproxima. —Quiero irme con usted para ser parte del ballet”. Maurice no necesitaba un bailarín. “Me hace pensar en un niño-clown que hubiera terminado su número y se queda sentado al borde de la pista para ver llegar a la amazona, tan bella, con sus plumas y su malla de lentejuelas. —Estamos completos. Además, eres demasiado joven”, había reconocido en él las condiciones, pero no podía ofrecerle un lugar.  Beatriz fue contratada y partió con la compañía. Jorge quedó en Buenos Aires, con la ilusión intacta.

“Béjart se quedó frío al verme” J. Donn

“Después de la gira por América del Sur en 1963, salí de vacaciones, al volver encontré en el corredor, ante la puerta de vidrio de mi estudio, a un muchacho que yo ya había visto, ¿pero dónde? Si, ¡en Buenos Aires!” Jorge había pedido prestado el dinero a sus tíos para comprar el pasaje de ida en un barco llamado Charles Tellier hasta El Havre, en la costa noroeste de Francia y de allí tomaría el tren hasta Bélgica. Apenas unos meses después del primer encuentro, Jorge no dudo que debía ir tras su sueño. Luego del largo viaje, se las rebuscaba para sobrevivir, “tentando a la suerte, que la tenía -contó su hermano Aldo, al recordar ese tiempo- hacía dinero jugando al póquer o en el hipódromo, algo que siempre le gusto” hasta que pudo llegar a su sueño: la Compañía Ballet Siglo XX. Jorge evocaría siempre ese momento con una sonrisa “Béjart se quedó frío al verme”. “¿Qué hacía aquí?- pensó Maurice- No tenía aspecto de alguien que viene a saludar. Con la misma voz algodonada que en el Teatro Colón, me preguntó si habría un lugar para él. —Ha terminado el verano, comienza la temporada. En consecuencia, yo había pensado…” “—Te dije que no tenía trabajo para ti”. Pero Jorge insistió. Béjart recuerda como el pequeño temía mirar a su alrededor, para no demostrar que el entorno le resultaba totalmente nuevo. “Inclina la cabeza. Sabe que lo miro. Deja que lo mire. Va enraizando.” Y Maurice, no pudo negarse. “La clase va a comenzar. Le digo que vaya, que se quede, que ya veremos, que tendré que hablar con la administración. ¿Tiene zapatillas… tiene…? Lo tiene todo.”





Pronto la compañía se iba al Festival de Baalbek, en Líbano, dos bailarines se enfermaron  y allí Jorge tuvo su oportunidad,  logró el lugar de suplente. “Y Donn tomó el avión por primera vez. Todo el mundo lo llamaba “Chico”, en castellano, excepto yo que siempre lo llamé Donn. “Jorge” es más difícil de pronunciar para mí. Y no se le parece, Donn es él…”


“Casi siempre he amado a bailarines. No podría amar fuera de mi oficio” M. Béjart

“Amo identificarme, y amo identificarme con los hombres –dijo Béjart - al estudiar una partitura, intento convertirme en aquel que la ha escrito. Hago el amor sin descanso. (…) Sin un bailarín conmigo, ¿qué podría hacer que no fuera soñar despierto?”. Una vez que Jorge se instaló en Bruselas, en un departamento cercano a la escuela, comenzó su trabajo en la compañía. Béjart consideraba que su performace no era nada del otro mundo, y se había sentido  incluso defraudado con él “Me había engañado ¿O qué? ¿No era capaz de levantar a la bailarina más liviana de la compañía? No le dirigí más la palabra durante dos o tres meses.” Pero Jorge estaba dispuesto a convertirse en bailarín. Y pronto comenzó a hacer grandes progresos, que no pasaron desapercibidos a los ojos de su maestro. En una gran compañía, era difícil, aun para alguien con su genialidad, navegar entre las aguas de los celos. “Mousieur Béjart está encantado con los progresos del debutante”, no tardaron en alzarse las voces. Donn trabajaba sin descanso, en su disciplina de cuerpo y espíritu.  “Se inspira en él para crear nuevas coreografías. ¡Las hace especialmente para él!” Y Béjart lo elijé para su inolvidable Romeo y Julieta que crea con la música de Héctor Berlioz, se estrena el 17 de Noviembre de 1966. “Es que hay algo más. Béjart está enamorado”.




"La danza se hace de a dos, como el amor. Allí es donde se funde el creador y el intérprete" J. Donn

Desde ese momento Béjart creó para Jorge más de 30 obras, encarnaba en él sus ideas, modelaba sus coreografías en su cuerpo. El gran creador, había encontrado en su amor, también un creador. Ambos se entregaron a la danza con pasión arrolladora “Béjart me enseñó a bailar con muy pocas palabras. Debo ser el discípulo con el que menos habló. Un día se acercó hasta donde estaba practicando y me dio una bofetada. Ni siquiera me explico el por qué. Lo cierto es que yo entendí lo que me había querido decir. Desde ese momento comencé a aprender.”




"No habría que tener amores, habría que tener solo pasiones" M. Béjart

Aldo, hermano de Jorge recuerda la relación “No sé si era perfecto para Maurice lo que Jorge hacia, pero así parecía y cuando decía algo Jorge lo absorbía. Tampoco se callaba cuando creía que alguna debía ser diferente: eran los mejores y más profundos críticos el uno del otro.” Y su obra de mayor pasión llegó de la mano de Bolero, con música de Ravel. Béjart había creado la coreografía en 1961, y a pesar de la insistencia de muchos bailarines, jamás había permitido que un hombre la interpretara. Mientras realizaban una temporada en París, Maurice fue a ver a Jorge y le dijo que tenía una sorpresa para él. “Él siempre me hace sorpresas, así que no me extrañe”, “—¿Crees que podés bailar el Bolero?” “—Si vos crees que lo puedo hacer…lo hacemos, y así fue”. Poseído por la música, bailó y desbordó una sensualidad nunca vista. Fue el más extraordinario intérprete. “Tenía una fuerza de caballo –dijo años después Béjart– impresionante. Era capaz de dar un golpe dramático que conmovía al público. A veces tenía que frenarlo un poco. Pero la creatividad de Jorge rellenaba, engrandecía y hasta superaba mis coreografías.”


La vida íntima y profesional de Jorge Donn y Maurice Béjart estuvo unida por más de 20 años, en el transcurso de ellos ambos construyeron una sólida carrera. Béjart será reconocido como el más grande coreógrafo de la segunda mitad del Siglo XX, intelectual, visionario, director de cine, poeta y músico. Donn será recordado, como el bailarín que encarno el ideal béjartiano. El cuerpo formado con disciplina férrea, que alcanzaba la metamorfosis sobre el escenario. Admirado con devoción.

"Siento que recién empiezo. Y estoy dispuesto a empezar" J. Donn

En la ciudad de Lausana, en 1987, Béjart anuncia su separación. “Donn necesita independencia”. Pero maestro y discípulo, nunca pudieron separarse. Aun a la distancia, siempre estaban en constante contacto. En 1990, comienza su gira mundial de despedida artística y la lucha silenciosa con el SIDA. En sus últimos días, Jorgito como lo llamaba Maurice, eligió vivir en Lausana. Una vida intensa se apagaba. “En una relación entre dos hombres, sin que esta sea necesariamente sexual, puede surgir uno de los más altos grados de ternura”, Béjart nunca dejó de visitarlo en la Clínica y lo acompañó hasta 30 de Noviembre de 1992, con 45 años, Jorge Donn dejó de iluminar este mundo.



“Hacía frío, la calle estaba oscura. Él murió mientras apretaba su mano en la mía. En ella llevaba el anillo de bodas de mi madre que una vez le regalé. Era muy querido por mí ese anillo, que es la razón por la que se lo di a Donn. Y él estaba feliz de llevarlo, sabiendo los sentimientos que me provocaba. Él dijo, que tarde o temprano volvería a mí. Y no pude más que llorar”.

"En el fondo, en lo único que pienso, es en dar todo lo que pueda de mí" J. Donn

La misma noche de la muerte de Jorge, Béjart presentaba su nueva compañía la Béjart Ballet Lausana, más pequeña. Ya había decido retirar parte del repertorio porque Donn no estaría allí. “¿Qué tenía antes de conocer a Donn? Puse tres ballets que son importantes para mí, Sinfonía de un hombre solo, Consagración de la Primavera y Bolero, sin Donn, nunca me hubiera inventado…”.





"Pienso en él todos los días" M. Béjart

A partir de entonces en cada entrevista, Béjart recordó a quien había sido parte de su vida. “Morí a los 7 años en Marsella, morí al lado de mi padre en un accidente automovilístico, he muerto hace poco, en la habitación de una clínica de Lausana”. Quienes conocieron a Jorge, lo recuerdan como el joven introvertido y reservado, que acompañaba a Béjart, pero apasionado por lo que hacía. “Ante de ayer revisaba entre los papeles de Donn. Descubrí un libro que nunca me mostró. Las hojas estaban escritas con su letra rápida y torpe. Me sorprendió. A Donn no le gustaba escribir. Casi nunca respondió una carta. En respuesta a los cientos de mensajes de correo que le envié, él solo un par de tarjetas postales. Empecé a leer ese libro, página tras página, él me contestaba mis cartas. Escribió mucho para mí, y yo ni siquiera sabía…”. Aldo, hermano de Jorge, recordó como en los dos últimos años de su vida, aun a la distancia ambos seguían comprometidos. “Béjart y Jorge, en mi recuerdo y en sus vidas, están unidos”.



En 1997 el coreógrafo regreso a Argentina, con la obra El presbítero no ha perdido nada de su encanto, ni el jardín de su esplendor, en homenaje a Jorge y  Freddy Mercury, victimas tempranas de la misma enfermedad. Vestía de negro, como lo había elegido hacer los últimos años. “La muerte es la otra parte de la vida, no es su negación. Es algo terrible pero natural e inevitable. De Jorge podemos hablar mucho. Pienso en él todos los días.” declaró entonces. 
El 22 de Noviembre de 2007, a los 80 años, en Lausana, Béjart dejaría su lugar a Gil Roman*.

Se puede olvidar todo, pero el arte queda, es universal: son perennes la música de Mozart, la arquitectura de civilizaciones anteriores, la pintura de maestros como Da Vinci. La danza es como la relación que se establece entre padres e hijos. Es un legado que recibimos de los que nos antecedieron y así seguirá comunicándose, de una generación a otra. Nunca morirá, aunque los progenitores desaparezcamos”  M. Béjart





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(*) Gil Roman ingreso a la compañía Ballet Siglo XX en 1979. Renunció en cinco oportunidades y fue despedido por el mismísimo Béjart en otras tantas. Pero su amistad con Jorge Donn, quien siempre actuó de intermediario en la relación entre el coreógrafo y el bailarín, hizo que este permaneciera en la compañía. En 1997, Béjart recordó: “Jorge era muy generoso, una vez me dijo: El Adagietto yo quiero enseñárselo a Gil porque es el único que lo podría bailar después de mí. Así, Gil va a bailar el Adagietto en Buenos Aires; es el único que lo ha bailado después de Jorge, y eso porque él insistió en transmitirlo. Hay ballets que no quiero que nadie baile después de él”.





domingo, 9 de noviembre de 2014

Tchaikovsky-Davydov by An

Patética

por An Sanchéz

“…se me ha ocurrido la idea de otra sinfonía, esta vez con un programa, pero con un programa que será un enigma para todo el mundo: ¡que lo adivinen!”.

La confesión brota de la pluma de Piotr Ilyich Tchaikovsky y hace referencia a su Sinfonía nº 6 en si menor, Op. 74, la cual -con los años- cobraría popularidad bajo el nombre sugerido al artista por Modest, su hermano menor: “Patética”.
No obstante los esfuerzos de su autor, el enigma encerrado en La Sexta Sinfonía logró -en parte- ser develado; la inspiración para tan monumental partitura partió del hombre a quien, una vez finalizada, volvería en forma de dedicatoria: Vladimir “Bob” Davydov, sobrino, protegido, confidente y amante del compositor. A él iba dirigida la carta que contenía la gozosa anticipación de una obra que resumía, para Tchaikovsky, su perenne capacidad como compositor y la celebración del gran amor de sus últimos tres años de vida. 
Tchaikovsky fue, desde sus inicios, el fruto de dos grandes contradicciones: la misma sensibilidad que abrió, a golpe de sinfonías y ballets, las puertas de Occidente a Rusia por primera vez en la historia, se doblegaba ante el estigma angustioso de su “vicio”, como él mismo solía definirlo.
El mismo “vicio” que profesaba sin culpa alguna su hermano Modest, bastión imperecedero del artista, pero al cual este se veía incapaz de imitar. "¿Qué puedo hacer para ser normal?”, era un  interrogante que el virtuoso plasmaba frecuentemente en sus diarios personales.
El siglo XIX ruso exigía de los homosexuales, si no represión, al menos discreción. En ese contexto era posible mantener relaciones con miembros del mismo género, situación que, por otro lado, se sucedía con normalidad dentro de ambientes exclusivos como el de la Escuela de Jurisprudencia de San Petersburgo o el Conservatorio de Moscú, en los que Tchaikovsky se formó y donde tuvo sus primeros encuentros amorosos.

El compositor tenía un atractivo innegable, y su lista de amantes incluyó poetas, músicos, funcionarios y alumnos. Sin embargo, acosado por la angustia que le provocaba saberse ocasión de vergüenza para quienes formaban su círculo íntimo, decidió probar con la más antigua de las fórmulas: el matrimonio. La elegida fue una antigua discípula, Antonina Miliukova, de la cual había recibido numerosas misivas declarándole su amor…y responsabilizándole por su muerte en caso de no aceptarla como esposa. El ultimátum lo decidió; “busco matrimonio o algún tipo de compromiso público con una mujer, a fin de cerrar la boca de las criaturas despreciables…”, expresaba a su hermano en una carta. Y así lo hizo.
Los resultados fueron desastrosos. El matrimonio no llegó a consumarse, y unas semanas más tarde Tchaikovsky abandonaba a su esposa, tras dos intentos fallidos de suicidio y un deterioro mental del que apenas se recobraría.
Tras este episodio, todo fue cuesta abajo.
El artista perdió el apoyo de su mecenas, la viuda Nadezhda von Meck, mientras en toda Rusia comenzaban a alzarse las voces que tildaban a su música de “superficial” y “vulgar”. Tchaikovsky dudaba de su aptitud como compositor, y la incapacidad para luchar contra su inclinación sexual lo frustraba hasta la depresión más absoluta.
Fue en aquél entonces, alrededor de 1890, cuando reapareció en su vida Davydov, el hijo pequeño de su hermana Alexandra. El joven demostraba tener cierta inclinación por la música, y su tío, dichoso de tener junto a sí a quien valorara sus conocimientos, volcó en él toda su atención.

Con el calendario por testigo, su vínculo fue templándose al calor de obligadas distancias y esporádicos encuentros; mientras el maestro alimentaba con sus partituras el valioso nexo entablado con Occidente, el discípulo sembraba su futuro en las prestigiosas academias rusas.
Y como enlace durante esas noches en blanco, las intensas cartas que el compositor dedicaba a su amado, en las que se reflejan el apasionamiento que embargaba a un Tchaikovsky treinta y un años más joven.

Nueva York
02 de mayo, 1891
Aproximadamente una semana después de que recibas esta carta ya estaré contigo!!! Esto parece una felicidad imposible e inalcanzable! Trato de pensar en ello lo menos posible, para tener la fuerza suficiente de sobrellevar estos últimos días insufribles.
P. Tchaikovsky
PD: En sólo una semana!!!

Ciudad de Klin - Distrito de Moscú
25 de junio, 1891
Bob!
…creo que sería más simple establecerse en Petersburgo para siempre. La sola posibilidad de verte más seguido es vitalmente importante para mí. Me encantaría saber lo que estás haciendo. Escribe al menos unas pocas palabras. . .

Ciudad de Klin - Distrito de Moscú
22 de julio, 1891
Definitivamente voy a viajar a Kamenka, por tu carta siento que te gustaría que lo hiciera, y yo también tengo grandes deseos de verte…
Te abrazo, mi ídolo!
P. T.

París
12 a 24 de enero, 1892
A menudo pienso en ti y te veo en mis sueños, por lo general pareces triste y deprimido. Esto ha añadido un sentimiento de compasión a mi amor por ti, y hace que te ame aún más. ¡Oh Dios! Cómo deseo verte en este mismo instante.
Te abrazo con loca ternura.
Tuyo,
P. Tchaikovsky

Ciudad de Klin - Distrito de Moscú 
12 de agosto, 1892
Mi querido Golubchik!
Acabo de recibir tu carta, y estoy terriblemente contento de oír que te encuentras feliz. ¿Puede ser que una de mis cartas se haya perdido? No escribo muy a menudo, pero te aseguro que lo hice. Deseo con toda mi alma reunirme contigo, y pienso en ello todo el tiempo.
Te abrazo hasta la asfixia!!!
P. T.

Distrito de Moscú 
14 de agosto, 1892
Acabo de recibir las fotografías de París de Yurgenson y le he pedido que te envíe cuatro de ellas. Estaba tan contento de ver esas hermosas imágenes que casi me puse a llorar en su presencia. Esto prueba que destruir por completo todos los otros sentimientos y pensamientos fue lo correcto, y que tenía que ser este pequeño incidente lo que me hiciera sentir de nuevo cómo es de fuerte mi amor por ti . . .  ¡Oh Dios! Cómo quiero verte.
Te abrazo,
P. Tchaikovsky

Berlín
16 a 28 de diciembre, 1892
…imagino que estarás sentado en tu cuarto, perfumado casi hasta el exceso y trabajando en tus ejercicios universitarios. Cómo me gustaría estar en esa querida habitación!
Te abrazo,
P. Tchaikovsky
PD: Si tan sólo pudiera dar paso a mi secreto deseo, dejaría todo y volvería a casa para estar contigo.

Ciudad de Klin - Distrito de Moscú 
11 de febrero, 1893
Si no quieres escribir, escupe en un papel, ponlo en un sobre y envíamelo.
No te interesas por mí en lo absoluto.
Dios te perdone -todo lo que quería era unas pocas palabras de ti.
Tuyo,
P. Tchaikovsky

Londres
17 a 29 de mayo, 1893
Te escribo con voluptuoso placer. La idea de que este trabajo pronto estará en tus manos me llena de alegría, y trae lágrimas a mis ojos.  

Ciudad de Klin - Distrito de Moscú   
02 o 03 de agosto, 1893
A finales de agosto tendré que ir al extranjero durante una semana. Si tuviera seguridad de que todavía estarás en Verbovka para septiembre, me encantaría ir a principios de mes. Pero no sé nada de ti.
Te abrazo con todo mi amor,
P. Tchaikovsky

La obra que desvelaba a Tchaikovsky plantea, aún hoy, numerosos conflictos en relación a su interpretación. Son muchos los que han querido ver reflejada, a través de sus notas, la propia existencia del eximio compositor ruso, mientras que otros han tachado esta lectura de “simplista”, argumentando que con ella se subestima el mensaje universal de su obra.
Controversias aparte, la crítica especializada ha hecho las paces en lo atinente al significado de los cuatro movimientos que dan vida a La Sexta Sinfonía, a través de los cuales se plantea la lucha denodada entre la Existencia y la Nada. El epílogo, con su llanto de timbales, violonchelos, violas y tubas, desnuda la victoria de la Muerte y, por ende, de una Nada que devora a la Existencia, cuya naturaleza se revela fugaz, efímera.
Finalmente, el 28 de octubre de 1893, la apasionada lucha existencial de Tchaikovsky vería la luz, y tendría su bautismo de fuego en la ciudad de San Petersburgo, adonde el compositor se había mudado con el sólo objeto de permanecer más cerca de Vladimir. La recepción del público y la crítica, reacios a la figura del otrora niño mimado de las artes, osciló entre el disgusto y la indiferencia. “Su hijo musical más amado”, como el propio Tchaikovsky la definiera, resultó inentendible para sus contemporáneos.
Pero algo parecía haber cambiado en Ilyich Tchaikovsky; el rechazo de la que era, a sus ojos, la obra cumbre de su producción, no implicó un revés emocional significativo para el autor. Por el contrario, el otoño moscovita le sorprendió planeando mudarse a un departamento en San Petersburgo, en compañía de su hermano y Vladimir.
"La importancia de Bob en mi vida crece permanentemente.... Verlo, oírlo y sentirlo junto a mí pronto se convertirá, al parecer, en la condición primordial para mi felicidad”, confesaba Tchaikovsky a su hermano en una de sus últimas cartas.
Una cierta aceptación de sí mismo y de sus deseos aparentaba haber aplacado, por fin, los tormentos que supieron acosarlo durante toda su vida.
Pero una carta iba a cambiar dramáticamente el curso de la historia.
En noviembre de ese mismo año, el duque Stenbok-Fermor escribió al zar Alejandro III quejándose enérgicamente por la seducción que el compositor había desplegado para con uno de sus nobles sobrinos. La misiva fue entregada a un funcionario del zar, de apellido Jacobi, quien debía hacérsela llegar al soberano. Pero esto nunca sucedería.
Alarmado por la posibilidad de que la situación tomara estado público y ventilara conductas similares de otros miembros de la alta sociedad rusa, Jacobi reunió urgentemente a los miembros del tribunal de honor de la Escuela de Jurisprudencia de San Petersburgo y, luego de plantearles la situación, requirió su veredicto. La decisión fue unánime: para evitar la vergüenza y el destierro a Siberia, el acusado no tenía más opción que la muerte.
Esa misma noche, Jacobi citó a Tchaikovsky en su departamento y le comunicó lo resuelto por sus antiguos compañeros de estudio. Años después, la viuda de Jacobi confesaría a Alexander Voitov, discípulo e historiador de la Escuela de San Petersburgo, haber sido testigo de aquella cita, que finalizó con el artista abandonando el recinto cinco horas más tarde, pálido y tembloroso.
El 1 de noviembre, al culminar una brillante noche que incluyó teatro y cena en compañía de Bob, Tchaikovsky bebió, de forma tan inesperada como decidida, un vaso de agua sin hervir. Al día siguiente cayó enfermo, y el 6 de noviembre de 1893 Rusia despertaba con la noticia de su muerte.
Muchas versiones hablaron de arsénico, y otras –más débiles- abogaron por la idea de un simple descuido. Por su parte, la historia oficial difundió que el artista había perecido a raíz del cólera que asolaba las tierras moscovitas, pero resulta difícil entender porqué, entonces, no se selló el departamento habitado por Tchaikovsky durante su agonía, y porqué se permitió, a las más de sesenta mil personas que acudieron a despedirlo en su funeral de estado, besar la mano de quien había fallecido por una enfermedad altamente contagiosa.
Veintiún días después de la desaparición de su creador, “Patética” volvió a ejecutarse en un concierto conmemorativo bajo la batuta de Eduard Nápravník, obteniendo esta vez, sí, el reconocimiento que Tchaikovsky no había podido disfrutar en vida.
Para aquéllos que insistían en ver un presagio funesto en las partituras de la Sexta Sinfonía, una suerte de designio condenatorio para una existencia destinada a no realizarse felizmente, aquel tardío reconocimiento fue la última prueba que necesitaban. La Existencia de Tchaikovsky, en una lucha sin cuartel contra la Nada, había saboreado las mieles de la victoria durante unos años, aunando las caricias de su mejor creación musical y su más pura conquista amorosa. Pero, al igual que en el último movimiento sinfónico, la Muerte había surgido para arrebatarle sus efímeros oropeles y entregar la victoria definitiva a la Nada.
Pero aún quedaba algo por contar. Un pasaje no previsto de la historia, un movimiento no imaginado por el gran maestro clásico.
La muerte de Tchaikovsky significó mucho para gran cantidad de personas, pero para nadie tanto como para Vladimir.  
El joven permaneció ininterrumpidamente junto al lecho de muerte de Piotr, quebrándose mental y espiritualmente tras su pérdida; abandonó los estudios de música y composición que su tío le alentara a seguir desde sus primeros encuentros, se desentendió del éxito personal y profesional, y perdió interés en todo aquello que no fuera el proyecto destinado a erigir el Museo Tchaikovsky en la ciudad de origen del compositor, Klin.
Concretada la meta, Vladimir – designado único heredero de los derechos sobre las obras musicales de su tío, por expreso deseo de este – se retiró a la imponente residencia, depositaria de la obra y vida del maestro, manteniéndose como fiel curador de su herencia durante los siguientes trece años.

Corría el año 1906, y Bob era la sombra del joven que había enloquecido a Tchaikovsky; las migrañas, el abuso de la morfina y otras drogas, sumado al revés insuperable que había supuesto la muerte de Piotr, derivaron en una nueva victoria de la Nada sobre la Existencia. El 27 de diciembre, con tan sólo treinta y cinco años, Vladimir Davydov ponía con un disparo el verdadero punto final a la apasionada Sexta Sinfonía de Tchaikovsky.